Fantasmas Interiores:



Tenía mis manos bañadas en sangre ajena, llenas de vergüenza. Al levantar la mirada hacia ella, por fin pude oír sus gritos de dolor, todavía no tenía claro cómo había sido capaz de aguantar ese tono de voz tan agudo durante al menos dos horas. La miraba con fijeza, con un poco más de atención de la que normalmente solía poner en todas y cada una de las víctimas que habían pasado por aquel sótano que día tras día me ayudaban a pasar mis momentos de soledad y venganza ahogada, haciéndome sentir libre. Era curioso que jamás hubiera sentido remordimiento por mis actos, que nunca me hubiera arrepentido ni pedido perdón porque no lo creía necesario y que, en este preciso instante, en un pequeño lugar de mi mente hubiera una voz susurrándome despacio, con mucho ahínco y unas ganas locas de que la escuchara, todavía no había adivinado si era hombre o mujer pero, ahí estaba...

- Déjala libre. Por una vez, haz algo bien - era persistente, con una voz suave pero, a la vez, firme - Está aterrorizada, sangrando por la nariz y el vientre, deberías llevarla a un hospital...

- ¿Por qué la dejas si quiera respirar? No se merece tu atención, a la última que te miró a los ojos con esa fijeza, le cortaste la cabeza de cuajo sin pensarlo dos veces, ¿recuerdas dónde la dejaste, acaso? - otra voz combativa trataba de anular a la anterior para que tratara de seguir mi camino, el que siempre me había llevado a cometer mis actos delictivos de una forma más bien lógica y llevadera tanto para mí como para mis beneficios. Esta voz era la que solía permanecer en mí más tiempo y a la que solía obedecer -.

- Si la llevas al hospital, harán preguntas. Sabes perfectamente cómo te sientes cuando estás rodeada de gente, no pierdas el tiempo, ¡deshazte de ella, vamos! - esta última hablaba mucho más alto, me empezaba a producir jaquecas y no quería que la joven de ojos verdes viera alguna de mis debilidades, así que, continué mirándola con detenimiento -.

No entendía por qué me había frenado, por qué empezaba a razonar las cosas, por qué de repente empezaba a importarme todo lo que estaba haciendo, incluso, el futuro mismo. Me preguntaba cosas en mi mente de improviso, justo cuando estaba en el momento más delicado y poderoso del día, estaba ante la única oportunidad de tener a esta joven inerte en mis brazos, de ver cómo se le apagaba la mirada mientras se le iba la vida. Esas voces seguían maltratando mi psique pero no sabía demasiado bien cómo pararlas, trataban de volverme loco, no quería siquiera permitirlo pero sabían perfectamente lo que hacían y disfrutaban con ello.

La primera voz era la que venía del corazón, era lo suficientemente positiva y benevolente como para creer que soy tan buena persona como para mover un dedo por esta zorra incomprendida que empezaba a importarme un poco más de lo que esperaba y no quería con tanta ansia su muerte, sorprendentemente. En cambio, la segunda me animaba para que siguiera con mi cometido, dejándome tranquila ante el hecho de que debería cargármela y pasar página por mucho que la voz suave y armoniosa me dijera lo contrario, debía seguir adelante con mi vida y mis víctimas sin levantar sospechas, por lo tanto, nada de hospitales ni médicos, quería que terminara con su sufrimiento. La tercera era una especie de "Yo Paranoico" mezclado con una sensación de miedo controlado que no me describía demasiado bien, no quería tenerlo, no quería saber siquiera qué era o por qué pululaba a mi alrededor mientras todo parecía tan lejano e hipnótico.

Algo sorprendente ocurrió después, tras darle vueltas a cosas que antes ni siquiera me importaban. Todo mi alrededor dejó de permanecer, todo se volvió de un tono negro intenso y solo estaba yo en medio de todo aquello, con mis pies sobre un círculo blanco algo acusatorio y confuso, no sabía qué estaba haciendo allí o qué era aquello. Algunas respuestas vinieron a mí en cuanto me pude ver a mí misma yendo hacia mí a través de muchas facetas. Tenía la misma melena negra hasta media columna, los ojos penetrantes, oscuros y felinos, la piel fina y perfecta, los labios finos y llenos de sentencia, al igual que mi cuerpo, que siempre venía adornado de cuero negro cuando iba de caza. Todas ellas me rodearon, ¿se creían que iba a cambiar de opinión?

- No busco que cambies de opinión, sino que rectifiques cualquiera que sea el acto que estés pensando cometer, esta no eres tú - era la misma voz que al principio, tenía la misma suavidad y el mismo compás, la tranquilidad y el desquite de lo negativo, algo con lo que mi ser no solía encajar - Cuando tenías seis años, esto no era lo que buscabas, querías ser florista, ¿recuerdas? Te hacía tanta ilusión que empezaste a aprender a trasplantar cactus, a hacer preciosos terrarios y a deleitarte de la naturaleza, ¿lo has olvidado?

- ¿Has venido a hacerme sentir mal o algo? Sabes que no va a ocurrir - mi afirmación no pareció afectarla pero, otra de las muchas "yoes" se enfrentó a ella para que dejara de hablar, para anular su poder ante toda la sala, si se podría llamar así porque ni siquiera sabía dónde estaba -.

- Eres tan dulce y patética... Tiene un don entre manos, puede quitar la vida de alguien sin miramiento, es precioso... - sus ojos se iluminaron y se llenaron de malicia, a su vez, estaba deleitándose de sus mismas palabras, esas a las que estaba empezando a admirar cada vez más conforme hablaba - Talia ya no es una niña, recuerda eso, le arrebataron su infancia y ahora tiene que luchar por ser ella misma, ¡deja de anularla de una vez, deja que sea libre!

Tan solo ella levantaba la voz, el "Yo, positivo" ni siquiera osaba permitírselo, trataba de llevar aquella conversación a su terreno y de forma educada, algo que el "Yo, diabólico" no se lo permitía. Me sorprendió que otra de ellas diera un paso al frente a pesar de los tembleques que tenía por todo su cuerpo, parecía estar sumida en un miedo absoluto, parecía temblar de un dolor interno, puro nerviosismo y angustia, simplemente, parecía asustada, aterrada... Mi propio miedo al cambio, había querido tener voz en aquella conversación, ya que, dentro de mí no había surtido demasiado efecto y se estaba dando cuenta de que el "Yo, diabólico" estaba ganando terreno en aquella estúpida discusión que parecía mantener con nadie más que con ella misma.

- ¿Y no os da miedo que algún día nos pillen? - su voz temblorosa hizo que las otras dos pararan de hablar y atendiesen a la pregunta de la única que jamás esperaban que hablara por su timidez y miedo a ser una más de un grupo roto - Aunque, si queréis, podéis seguir hablando y yo ya me voy...

- Puedes quedarte y volver a repetir esa gilipollez - otra más dio un paso al frente, esta parecía la "Yo, prepotente y egocéntrica". Sus aires de superioridad parecían tener a toda la sala pendiente de su poder de conseguir la máxima atención posible - Jamás van a pillarnos, para eso hemos aprendido el don del engaño, la sabiduría del dolor y la satisfacción de saber que somos las mejores en lo que hacemos. ¡Deja de preocuparte de una vez y madura! - el grito resonó en toda la habitación e hizo que "El Miedo" agachara la cabeza, diera un paso hacia atrás y se escondiera entre la sombras de aquel lugar. Por fin la habían anulado por completo, sonrió y soltó despectivamente - Miedica...

- Esa joven no tiene la culpa de nada, simplemente es alguien frágil que no debería pagar por tus errores, por tu forma de actuar... No digo que no debas, pero debes saber que ha estado mucho tiempo encerrada en sí misma, como tú, también que ha sufrido los maltratos que has tenido la desgracia de tener en tu vida y no ha podido levantar cabeza desde entonces... - el "Yo, empático" que pensaba que no existía en mi interior, había tenido el honor de hacer acto de presencia -.

- Mira que eres aburrida de huevos - alzó la voz la "Yo, diabólica" - Debéis saber que ella tiene derecho a saciar sus necesidades más intensas de su interior, que quiere ser quién es por mucho que esto esté penado en no sé cuántos países. Su furia debe fluir, debe sentir la muerte a través de todo su cuerpo, debe excitarse con ella, temblar ante tal placer... Dejadla disfrutar de este triunfo - pude notar cómo se humedecían mis labios, cómo incluso, me llegaba a excitar con aquellas palabras tan llenas de pasión y sabiduría, de gozo y purificación para mi ser -.

Tenía una decisión entre manos que tomar que ni siquiera sé por qué justo en este momento venía a cuestionarme, pero tenía algo que hacer y debía hacerlo rápido. Volví a aquel sótano de una casa abandonada en las afueras elegida por la facilidad de salida por la puerta de atrás, la lejanía que tenía de la ciudad y porque era muy simple echar el cadáver bajo el agua de un lago enorme cerca de allí. Ella volvió a estar delante de mí, desprovista de cualquier arma que pudiera ayudarla a sobrevivir, a luchar por su vida... estaba ante mi única voluntad de dejarla libre o matarla en el acto. Me relamí los labios y pensé en cada uno de mis "yoes", aquellos que sabía que no existían y no me definían, los que habían salido de repente a darme lecciones de moralidad cuando jamás lo habían hecho, eran tan tercas que me habían hecho dudar de mis propias decisiones.

Decidí no hacer caso al miedo porque la situación estaba totalmente controlada, no había forma alguna de que me pillaran en aquel recóndito lugar, no había testigos ni tampoco forma de encontrar un cuerpo sin vida en aquel lago del demonio que había elegido escrupulosamente unos días antes para dar fin a la existencia de una mujer elegida al azar y que no tenía nada que ver conmigo, sin hijos, sin marido y sola en el mundo, era un crimen perfecto, una víctima perfecta porque nadie preguntaría por ella. Tampoco quise empatizar con ella, esa no era mi manera de actuar ante momentos como este, simplemente, lo hacía sin explicar por qué lo estaba ejecutando o los problemas que podría ocasionarme actuar de esa forma. El "Yo, positivo" era demasiado para mí, chapurreaba de cosas que ni comprendía, todo estaba lleno de luz y color, arcoiris por todas partes y poca lucidez, poco sentido del placer en estado puro, del vivir un momento ejemplar en un lugar recóndito y alejado de la humanidad. El "Yo, diabólico" tendía a creerse demasiado su papel, pensaba que me conocía tanto que ni siquiera entendía el por qué de toda aquella movida, así que, la aparté también de mi interior para poder seguir con mi cometido. No era el momento para ser prepotente o creerme más que nadie, tan solo iba a apagar la estúpida mirada de alguien que me hacía el favor de disfrutar el momento porque... esa era la cuestión de todo.

Todos estos "yoes" presentes a lo largo de este preciso momento, tan solo eran fruto de una sociedad destruida por su no moral, también creados por mí desde el mismo nacimiento, no tenía sentido que tuviera siquiera un momento de debilidad y eligiera cualquiera de ellas para tomar la decisión que tomo cada noche en un lugar distinto del mundo, esta joven era como cualquier otra. No me definen, no saben quién soy, ni siquiera lo expresan con exactitud y necesito que lo hagan. Temen, se preocupan, empatizan, son positivas... son huecos que llenar con algo insatisfactorio para mí. Sé cómo ser yo misma, sé cómo seguir mi camino y sé quién soy en el momento presente, en mi día a día, sé qué me hace feliz y qué hacer para conseguirlo, mil pensamientos que no son "yo" no van a quitarme este momento. Por lo que, cogí el cuchillo con la mano derecha y, anulando totalmente los gritos de la joven que trataba de zafarse de mí y esa multitud de fantasmas interiores que trataban de persuadirme y de discutir entre ellos, la cogí del cuello, la alcé para poder mirarla a los ojos y se lo clavé en la yugular, dejando entrever el precioso color de la sangre, el fulgor de su respiración entrecortada a ser inexistente y la multitud de emociones sentidas en unos segundos.

¿Quién era yo? ¿Un monstruo? ¿Una asesina? ¿Una loca psicópata? Todo eso eran etiquetas que no significaban nada para mí, ni siquiera mis actos definían mis sentimientos, nada de eso dictaba lo que quería transmitir, lo que ese momento me dio en mi vida, cada uno distinto del anterior. Había disfrutado del momento, dejando atrás a esos fantasmas que acechaban a través de mi mente, haciéndome sentir más conectada con su muerte, con su mirada y con su sangre brotando de su cuello desnudo. Una víctima más de muchas... la primera que me había hecho cuestionar mis actos sin demasiado éxito.


Comentarios

  1. Laurel! Has escrito muchos relatos, pero este es espectacular. Se trata de matar al yo. Lo has entendido! Un beso!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, me alegro de que te haya gustado. He hecho que sea más intenso y se note más el contraste con una persona con esa situación.

      ¡¡Un besazo enorme para tiii!!

      Eliminar
  2. Puedo decir que me encanta el ritmo torrencial del relato, porque acentúa esa expectación, muy necesaria, aún sabiendo de antemano el final, porque, no podía ser de otra forma. Es muy interesante el relato, me gustó.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me alegro de que te haya gustado y, por supuesto, gracias por comentar. Como bien dices, es necesaria la expectación en todos y cada uno de los relatos, es más, cada vez que escribo intento hacerlo de la mejor manera para crearos esa intriga previa a saber el final.

      Un saludo.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Amistades vacías:

Sin Palabras:

Reflejo: